GOOD-BYE TONY

Desde hace unos días sigo con atención los acontecimientos en el mundillo político británico. Pero ayer la portada del sensacionalista diario ingles The Sun daba cuenta del posible final de la crisis al interior del partido laboralista encabezado todavía por un herido Tony Blair.

Después de meses de especulación sobre cuándo el primer ministro del Reino Unido, dejaría su cargo, fue el mismo Tony Blair quien confirmaría que en un plazo de 12 meses abandonará el cargo que ostenta desde hace 9 años.

Blair, quien no definió una fecha exacta de su salida, había dejado en claro hace unos meses que no aspiraba un cuarto periodo al frente del gobierno británico. Sin embargo las últimas encuestas han dejado al descubierto las pocas posibilidades del partido laboralista de ganar las próximas elecciones frente a su archirival el partido conservador.

Las últimas encuestas de preferencias electorales revelaron que el opositor Partido Conservador lleva la delantera, independientemente de si continúa Blair o no. La encuesta, realizada a 1.504 personas, también evidenció que 30% de los votantes laboristas y el 51% del público en general quieren que Blair renuncie este año.

El último capítulo de esta crisis política se inicio cuando 8 funcionarios gubernamentales renunciaron luego de que un grupo de 17 parlamentarios laboralistas firmaran una carta abierta donde le piden a Blair que abandone el cargo dentro del lapso de un año.

Los laboristas disidentes acusan a Blair de haberse desviado de los valores esenciales del partido y si bien apoyan la política centrista de Blair dentro del partido, aseguran que él ya no es el hombre indicado para liderarlos. Tony Blair encabezó la modernización del laborismo británico pero su posición frente a temas como la invasión de Irak, parece haber contribuido a la división de su partido.

Tony Blair fue designado primer ministro en 1997, en una elección que acabó con 18 años de oposición para el Partido Laborista. Blair ganó otras dos elecciones aunque en la última oportunidad sufrió un revés en las urnas, cuando su mayoría se vio reducida.

La convulsión interna dentro del laboralismo tenía un claro objetivo: obligar al primer ministro británico a anunciar la fecha concreta de su salida del poder, tratando de llegar con una mejor imagen a las próximas contiendas electorales.

Todo apunta a que el sucesor sería el ministro de Hacienda Gordón Brown, a quien muchos en el partido ven como el hombre más indicado.

Por ahora, lo que parece es que Blair ha perdido el control de su propio futuro político y que está a merced de los acontecimientos. Desde que Blair anunció sus planes de renuncia se desataron temores de que no podría organizar la ordenada transición de poderes que prometió.

Su mayor temor era que, una vez que revelara un período en el cual se llevaría a cabo la renuncia, su figura se convirtiera en la de una especie de "primer ministro saliente", como ahora seguramente lo llamará la oposición.

Peor aún, la manera en que han ocurrido las cosas ha dado la impresión de un gobierno paralizado y obsesionado sólo con el tema del liderazgo en lugar de centrarse en sus funciones de Estado.

Esto es algo que Blair trató a toda costa de impedir, pero que al final fue incapaz de controlar.